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Asesinato ritual de JFK (con Lincoln como estrella invitada): así en la tierra como en el cielo.

Por extraño que parezca, esta entrada tiene su origen en una foto de dos futbolistas: Xabi Alonso y Arbeloa


 


La foto es de hace unos años. Cierto equipo que no voy a nombrar (😙) estaba en plena gira de pretemporada por Estados Unidos y el circo había hecho parada en Dallas. 

¿Qué visitas en Dallas? Pues por ejemplo la famosa plaza Dealey donde el presidente Kennedy fue asesinado. Así que ahí están los dos, Xabi Alonso y Álvaro Arbeloa, junto a la equis que marca el lugar exacto del magnicidio.

Esta X me llamó la atención enseguida. ¿Soy el único al que le resulta chocante, una falta de respeto incluso? Si quieres conmemorar el asesinato de un presidente pones una placa o lo que sea; pero no vas y pintas una X en el suelo, ¿no?

Lo cierto es que existe un JFK Memorial, bastante espantoso, a 200 yardas de la equis. Es un cubo brutalista de hormigón que parece diseñado para ocultar algo dentro y que no se vea, buen símbolo –supongo que involuntario- de lo que ocurrió con la investigación del asesinato. Las 200 yardas son interesantes porque equivalen a 7200 pulgadas y el monumento tiene 72 columnas de hormigón. 72 es un número importante en astrología.


El caso es que nada más ver la X pensé que era de todo menos normal. Y, por algún motivo, pensé inmediatamente en Saturno.



 
(Curiosa la X en el nombre de Xabi Alonso, así como las dos aes mayúsculas en las iniciales de Álvaro Arbeloa, que colocando una invertida encima de la otra forman algo muy parecido al sello de Saturno).



Vamos, que la letra griega χ (ji) es la inicial tanto de Christós (χριστός) como de Chronos (χρόνος) el dios del tiempo, que acabaría (con)fundiéndose con Crono o Cronos, rey de los Titanes, equivalente al Saturno romano.

Saturno es un dios intrigante y contradictorio, como si dos personajes distintos hubiesen sido mezclados en uno. En su cara positiva reinaba en la Edad de Oro, la mítica era primigenia en la que la humanidad vivía feliz sin conocer el dolor, ni la vejez, ni el trabajo, y la muerte era un sueño; en la negativa, es el dios del tiempo que acaba con todo, que devora a sus hijos, que porta la hoz o la guadaña con la que siega vidas.

“La hoz es el arma tradicional de Saturno. Implica el poder del tiempo que siega el trabajo y la vida del hombre”. Aleister Crowley




Así pues, Saturno es el heraldo de la muerte y como dios de alto rango sería un tipo muy indicado para encargarse del asesinato de un rey. Pero, ¿realmente la X en el suelo tendría algo que ver con Saturno? Y lo que era más: ¿se había asegurado alguien de que quedase constancia –solo para iniciados, claro está- de la "implicación" de Saturno en el asesinato, pintando la llamativa equis en el asfalto? Se me ocurrió comprobar por dónde andaba Saturno aquella mañana del 22 de noviembre de 1963, a las 12:30 PM en Dallas, Texas…

 
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Esto es lo que se llama ser visto en el lugar del crimen, ¿no? Saturno, armado con su guadaña, sale por el horizonte Este (la línea verde más gruesa) con pasmosa exactitud, irrumpiendo en nuestro mundo (el horizonte marca la frontera simbólica entre el Más Allá y el «Más Acá»), justo en el momento en que JFK recibía los balazos (o sea, «le llenaban el cuerpo de plomo»: el metal de Saturno).

Observemos también que Saturno se encuentra en Capricornio, que es precisamente la casa que él rige, de manera que cuando se encuentra en dicha constelación ejerce gran influencia sobre los asuntos humanos. Capricornio era conocido en la antigüedad como la «Puerta de los dioses» a través de la cual las almas de los fallecidos ascendían al cielo. En astrología se la considera la Mansión de los Reyes.

Pero hay más. Kennedy fue declarado muerto a la 1:00 PM hora de Dallas. Si miramos al Oeste, o sea al ocaso, la dirección que simboliza la muerte, vemos que la estrella Régulo está en ese preciso momento hundiéndose en el horizonte, o sea, entrando simbólicamente en el Más Allá.



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Régulo es la estrella más importante de la constelación de Leo, el león, animal que tradicionalmente simboliza la realeza, los gobernantes. El nombre Régulo es un diminutivo de rey, equivalente al original griego Baliliskos. Así que la estrella que representa a Kennedy como presidente/rey se sumerge en el mundo de los muertos al mismo tiempo que Kennedy expira. Qué casualidad, ¿no?

Para acabar de rematarlo, resulta que existe una conexión inesperada entre Saturno y Leo. Ya vimos que la hoz es uno de los atributos de Saturno; pues bien, el grupo de estrellas que dibujan la cabeza y el pecho del león de Leo, incluyendo Régulo, se agrupan en un asterismo llamado precisamente la Hoz.

La Hoz o Caput Leonis (Imagen: JA Galán Baho)

Interesante también es la posición de la constelación del Cuervo, hundiéndose bajo el horizonte al anunciarse el fallecimiento del presidente. Recordemos toda la propaganda de Camelot que rodeó a la administración Kennedy, y cómo el rey Arturo se convirtió en un cuervo tras su muerte.



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Robert Graves nos informa en Los mitos griegos de que
Los griegos […] leían «Crono» como Chronos, «Padre Tiempo» con su hoz implacable. Pero se le representa en compañía de un cuervo, como a Apolo, Asclepio, Saturno y al dios británico primitivo Bran; y cronos significa probablemente «cuervo», como la palabra latina corvix y la griega corone. El cuervo era un ave oracular y se suponía que albergaba el alma de un rey sagrado después de su sacrificio.

El sacrificio ritual del rey por los pueblos antiguos fue descrito por James G. Frazer en La rama dorada. Según Frazer, cuando el rey empezaba a presentar síntomas de decadencia física, se le sacrificaba y se le sustituía por uno más joven que con su energía en plenitud asegurase mágicamente la fertilidad de la tierra y la prosperidad del reino. James Shelby Downard, en su obra King Kill 33, aplicó esta teoría al asesinato de Kennedy, acusando a los masones de perpetrar una matanza ritual del rey. El número 33 se relaciona con este sacrificio ritual (recordemos los 33 años de edad de Jesús cuando murió en la cruz), y en la siguiente imagen podemos ver que en el momento del anuncio oficial de la muerte de Kennedy (1:33 PM en Dallas) el sol –que también representa al rey sagrado- se encontraba a una altura de 33º sobre el horizonte. Así que a las 13:33 el sol casualmente está a una altitud de 33º. ¡Juas! ¡Ya solo faltaría que estuviesen a 33 grados a la sombra!



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Todo esto es muy espectacular, o al menos a mí me lo parece; pero si estamos ante un sacrificio ritual, deberíamos ser capaces de identificar elementos astronómicos comparables en al menos alguno de los otros asesinatos de presidentes estadounidenses a lo largo de la historia. Por supuesto, no todos estos magnicidios tienen por qué ser obra de sociedades secretas. Algunos, quizá la mayoría, podrán ser atribuidos a asesinos solitarios sin ninguna vinculación con este tipo de grupos; aun así, sería de esperar que entre ellos apareciese algún caso lo bastante claro como para no dejar lugar a dudas…

¿Existe ese caso? Pues sí. Y no es uno cualquiera.

El de Lincoln es el otro gran magnicidio estadounidense, quizá el único comparable al de JFK en cuanto a teorías de la conspiración y ríos de tinta vertidos alrededor de las mismas. No nos interesa ahora analizar cuál de los diferentes grupos acusados del asesinato -los jesuítas, la casa Rostchild, masones prominentes del propio gabinete del político confederado, etc- sería el culpable, sino encontrar algún elemento astronómico en las circunstancias de la muerte de Lincoln que delate la ejecución de un ritual ocultista.

Los hechos ocurrieron el 14 de abril de 1865 en el teatro Ford de Washington DC. A las 10:25 PM aproximadamente, el asesino John Wilkes Booth se acerca a la puerta del palco presidencial y le entrega una tarjeta con un mensaje al acomodador. Un minuto después le dejan pasar; conocedor de la obra que se está representando, espera en el antepalco a que el público ría estruendosamente con uno de los chistes y aprovecha ese momento para irrumpir en el palco y disparar a Lincoln.

Vemos que desde que se presenta en la puerta del palco hasta que dispara transcurre un tiempo, no sabemos cuánto; un par de minutos nos situarían en las 10:27 PM. Veamos el cielo en ese momento (Ojo: en la imagen sale la hora 23:27 en vez de 22:27 debido a que el programa Stellarium aplica el horario de verano que no existía en 1865, de ahí que haya tenido que añadir una hora para que refleje el UTC -5 correspondiente a Washington DC):



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La estrella Antares -la más importante de la constelación de Escorpio- surge en el horizonte Este. Ahora bien: Antares aparecía como Tyrannus en el atlas estelar de Bayer, obra de referencia desde su publicación en el siglo XVII. Y recordemos que Booth gritó «Sic semper tirannus» («A los tiranos siempre así») en el momento del asesinato.

Además, la luna también aparece en el horizonte Este junto a Antares/Tyrannus. Antares es la decimosexta casa de la luna. Sus influencias son las siguientes: causa discordia, sedición, conspiración contra príncipes y gobernantes, y venganza a los enemigos. Ajá.

Lincoln no murió en el teatro sino que, malherido, fue trasladado a una casa en las cercanías del teatro Ford. Allí pasó la noche agonizando, hasta que expiró a las 7:22 AM. Si observamos el cielo de Washington en ese preciso momento, vemos que Antares/Tyrannus, o sea la estrella que representa a Lincoln, se pone (muere) tocando el horizonte Oeste con asombrosa exactitud (como en la imagen anterior, la hora 8:22 representa en realidad las 7:22 AM con UTC -5).



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Aquí debemos aclarar que en 1865 no existía una hora oficial, de manera que cuando los testigos de los hechos nos transmiten que Lincoln fue tiroteado a las 22:25 o que falleció a las 7:22 debemos considerar que es una hora aproximada. Sin embargo, llama la atención la extrema exactitud de algunos historiadores modernos que no dudan en hilar tan fino hasta el punto de dar las 7 horas 22 minutos ¡y diez segundos! como la hora de la muerte. Si fuéramos a ponernos paranoicos, diríamos que la misma mano negra que organizó el asesinato nos está mandando el mensaje de que la hora es importante, a fin de que quien tenga que entender entienda que los movimientos de Antares-Tyrannus están acompasados con el relato oficial de los hechos.

Llegados a este punto, ya solo nos queda preguntarnos: ¿qué hacemos con todo esto? ¿Nos apuntamos al "aquí no hay nada que ver, circulen" de los que van de escépticos y racionales? ¿Decimos que es todo una casualidad? Va a ser que no.

 Entonces, ¿qué explicación le damos? En mi opinión no hay más que tres posibilidades, y que cada uno elija la que más le guste:

1. Es una casualidad, pero significativa: una sincronicidad que nos permite asomarnos al mecanismo de relojería oculto que controla el universo.

2. Los astros determinan nuestro destino y las muertes de Kennedy y de Lincoln estaban escritas en las estrellas. O sea, la astrología funciona.

3. Los conspiranoicos tienen razón. Nos encontramos ante otra prueba de que las sociedades secretas dirigen el desarrollo de la historia y de que más allá de la dimensión puramente mundana de sus fechorías existiría otra quizá tanto o más importante para ellas: la ocultista o esotérica, por la que convertirían los acontecimientos más importantes de la política, las finanzas y el arte en auténticos megarrituales destinados a golpear la conciencia de las masas a escala nacional o planetaria. Según este punto de vista, el asesinato de un presidente sería un sacrificio ritual al pie de la letra: una ceremonia mágica en la que a través del derramamiento de sangre se invoca la presencia de aquellas fuerzas invisibles a las que se rinde culto -llamémosles dioses, semidioses, demonios o simplemente energías-. La elección del momento adecuado, dado por determinadas posiciones de los astros, garantizaría que el sacrificio tuviese su reflejo a escala cósmica en el firmamento, siendo así sancionado desde las esferas superiores. Las estrellas y planetas seguirían el mismo guión representado en la tierra, y viceversa, creando un efecto de reverberación que amplificaría las energías liberadas, asegurando a la vez el éxito de los conspiradores.*


*Miles Mathis (no sé si algún otro investigador) defiende la teoría, muy interesante, de que tanto el asesinato de Kennedy como el de Lincoln no fueron tales, sino que se trató de sendos teatrillos destinados a engañar a la opinión pública; no estaríamos, pues, ante dos asesinatos rituales sino ante dos dramas rituales. En cualquier caso, esto no cambiaría nada en cuanto al ajuste deliberado de los acontecimientos con las posiciones astronómicas significativas que hemos visto.

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