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2001 de Kubrick, o el moderno Prometeo

Como acerca de 2001, una odisea del espacio se han escrito ya millones de páginas con todo tipo de teorías, hipótesis y ocurrencias tratando de explicar su significado, supongo que no pasará nada si intento mi propia aproximación a este mítico film dirigido en 1968 por Stanley Kubrick con guión de Arthur C. Clarke.




¿Por qué 2001 mantiene ocupada a tanta gente después de cincuenta años? Muy sencillo: aparte de su perfección técnica, con una recreación del futuro asombrosa que todavía aguanta el paso del tiempo (¡esas tabletas!), la historia que nos cuenta es tan soporífera como fascinante.

Cuando Apple demandó a Samsung por plagiar el iPad, los coreanos alegaron que el iPad era a su vez una copia de las tabletas que aparecen en 2001 (Click para ampliar).


En efecto, a pesar de que el argumento de 2001 parece bastante claro de entrada, al final nadie sabe muy bien de qué va en realidad y cuantas más vueltas le damos más preguntas sin respuesta nos plantea. Como en otras películas de Kubrick, muchos detalles de difícil explicación no se explican y quedan a la interpretación del espectador; si a esto le sumamos la personalidad misteriosa y excéntrica del director, a quien se le atribuye el haber filmado los falsos alunizajes de la misión Apollo 11, pues ya la tenemos liada y lo normal es que cada fotograma parezca una clave secreta de algo.

Lo cierto es que claves hay, y son muchas y tremendamente misteriosas. Al igual que cuando Hércules le cortaba una cabeza a la Hidra le salían otras dos, cada vez que uno cree tener la respuesta a un acertijo de Kubrick, estos parecen multiplicarse.

En esta entrada intentaré explicar por qué creo que en el meollo de la película está el mito de Prometeo, y a partir de ahí veremos qué nuevas cabezas surgen de la Hidra.


En la mitología griega, Prometeo creó a la humanidad del barro y después robó el fuego a los dioses para beneficio de los hombres, a los que dotó de alma y conciencia. A él se le atribuían todos los avances de la civilización.

En la película, una inteligencia extraterrestre se sirve de un misterioso monolito para hacer evolucionar a la humanidad desde el homínido hasta la era espacial.

 




 
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Vemos, pues, que esta inteligencia extraterrestre asume el papel que en los mitos antiguos asumía Prometeo.

En el ocultismo/esoterismo/masonería etc., a Prometeo se le identifica con Lucifer, el portador de la luz (no confundir con Satanás, el demonio); y a un nivel individual el mito se interpreta en el sentido de que todo ser humano tiene un Lucifer/Prometeo interno que nos ilumina -nos da la conciencia- y que está destinado a transmutarse en un ser superior.


Llegará el día en que [...] podremos por fin acceder y poner en libertad a nuestro Lucifer/Prometeo individual, rompiendo las cadenas que le ceñían a la roca de las montañas del Hades planetario y de las garras del buitre que le desgarraba día tras día su hígado y sus entrañas, retroalimentando permanentemente sus pasiones humanas. El día de la transmutación y la transfiguración le aguarda a nuestro Prometeo interno y nos está reservado a todos los seres humanos.(Enlace)
Esta transmutación es lo que le ocurre al astronauta Bowman cuando atraviesa la puerta dimensional del monolito y se convierte en el “niño de las estrellas” o como se le quiera llamar.




Imagen del blog hiddenexperience (Click para ampliar)


En la novela que acompañó a la película, el guionista Arthur C. Clarke refuerza la relación con Prometeo al situar el monolito gigante en Jápeto, la luna de Saturno. Esta era también la idea original para la película; pero Kubrick se vio obligado a sustituir a Saturno por Júpiter por culpa de un problema con los efectos especiales.

Jápeto/Japeto/Iapeto/Iapetus era un titán hermano de Crono/Saturno y padre de Prometeo.

Y en 2010: Odisea dos, la continuación de la película, Júpiter (que, insisto, era originalmente Saturno), se transforma en una nueva estrella a la que llaman... Lucifer. 



El nacimiento de Lucifer




Lucifer y el sol


Kubrick parecía muy interesado en el mito de Prometeo, como lo demuestra su proyecto largamente planeado A.I. Inteligencia Artificial, que no llegó a realizar y acabó siendo dirigido por Steven Spielberg tras la muerte del director inglés.

A.I. está claramente inspirada en el cuento de Pinocho, que a su vez bebe del mito de Prometeo (aunque es más complejo e incluye también el de Midas, Jonás e incluso Pigmalión).

Algún día dedicaré una entrada a A.I.; de momento será suficiente con recordar dos o tres cosas del Pinocho de Disney:

Gepetto, el "padre" de Pinocho, es obviamente la misma palabra que Iapeto/Iapetus/Japeto.

La casa de Gepetto/Iapeto está llena de relojes -“los más fantásticos que hayas visto”, según dicen en la peli de Disney-, que lo relacionan con Saturno, personificación del tiempo en sus aspectos de Chronos y Crono.





Pinocho debe desarrollar una conciencia y elegir entre el bien y el mal para llegar a ser un niño de verdad.

Cuando el hada encarga a Pepito Grillo que sea la conciencia de Pinocho, Pepito está encaramado en una caja de cerillas. Fósforo es otro nombre de Lucifer.

 
 



Al final de la película, Pinocho muere después de demostrar valor y dar la vida por su padre. Pero como ha probado que ya no es una marioneta de sus instintos como los monos de 2001, resucita convertido en un niño de verdad. Al igual que el astronauta Bowman en 2001, se ha transmutado en un ser superior.

Vemos, pues, que a través del mito de Pinocho, A.I. es una continuación de la temática prometeica de 2001. Kubrick no era el único interesado en dicha temática, y no es de extrañar que su amigo Spielberg acabase dirigiendo A.I.

Spielberg había tratado el asunto extraterrestre con un trasfondo religioso en Encuentros en la tercera fase, que para colmo terminaba a los acordes de If you wish upon a star, precisamente la canción de Pinocho; aunque acabaría retirándola del montaje definitivo años después ante las acusaciones de cursilería. Pero él sabía muy bien por qué había metido la canción en la peli.

Es llamativo que dos judíos como Spielberg y Kubrick (Kubrick era oficialmente agnóstico, Spielberg no lo sé; pero se le atribuye afiliación masónica y seguro que Kubrick también andaba por ahí) coincidiesen en transferir a “los extraterrestres” la función antiguamente asignada a los dioses (a Prometeo en este caso) de tutelar al ser humano en su evolución.

Arthur C. Clarke también opinaba lo mismo y en este vídeo de propaganda de la misión Apollo se le puede ver hablando abiertamente de salir al espacio a encontrarnos con nuestros Maestros y de que la carrera espacial será un nuevo paso en la evolución de la Humanidad (min. 12:14)






Da la impresión de que en algún momento del siglo veinte las inteligencias “divinas” con las que algunos cultos elitistas, ya fuesen secretos o simplemente "reservados", llevaban comunicándose desde hacía siglos o milenios se les revelaron como extraterrestres, y de ahí que les entrase la prisa con la carrera espacial y tal.

(Viendo el Pinocho de Disney, en la entrada del Hada Azul -primeros segundos de este enlace - es inevitable pensar en los ovnis de Encuentros y en Pasaporte a Magonia, el libro de Jacques Vallée en el que por primera vez se relacionaba a los extraterrestres con las hadas, duendes y diosecillos del folklore. ¿Habría leído Spielberg a Vallée, o compartían ambos información de las altas esferas?)

Para volver a 2001:

Aunque no he leído la novela, veo en Wikipedia que en 2061: Odisea tres, la trama gira alrededor de los fragmentos de diamante, procedentes del núcleo de Júpiter, que continúan orbitando en torno a Lucifer.

Esto se basa en la teoría científica de que el núcleo de los planetas exteriores sería de diamante. Dicha teoría se publicó en la revista Nature en 1981, en un artículo titulado Lucy in the sky with diamonds, como la canción de los Beatles. Clarke hace que los personajes de la novela usen la contraseña “Lucy está aquí”.

Interesante porque diamond en inglés suena muy parecido a daimon.

Un daimon, en la mitología clásica, es un semidios, un espíritu guardián, o un humano cuya alma ha sido divinizada. Un ángel o demonio, grosso modo.

Y en el esoterismo hebreo cada planeta posee un alma o inteligencia con la que podemos comunicarnos. Se cree que estas almas de los planetas son los ángeles.

Lucifer podría considerarse como un daimon, y Lucifer es el nombre que le dan en la novela a Júpiter cuando se transforma en un sol.

Así que el daimon de Júpiter, Lucifer, está en el cielo con los demás daimones/astros.

“Lucy(pher) in the sky with daimons”.

El diamante también puede entenderse poéticamente como una forma “refinada” del carbono del que estamos hechos.

Lo cual, “casualmente”, enlaza también con nuestra supuesta antepasada africana Lucy y nos lleva de vuelta a los homínidos de 2001...


Continuará...

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